jueves, 4 de noviembre de 2010

EL ARTE DEL ENGAÑO - EL CAPITAN DE KOPENICK

En ocasiones el delincuente adquiere visos de héroe sin ser esa su intención, ese fue el caso de Wilhem Voight que pasó a la historia con el sobrenombre de El capitán de Kopenick. Hoy en día posee una estatua en la entrada del ayuntamiento que robó y su historia se enseña en las escuelas alemanas como ejemplo de valerosa resistencia a las injusticias del gobierno.
Voight nació en Tilsit, antigua Prusia Oriental. A los 14 años entra por primera vez en prisión y es expulsado de la escuela lo que le obliga a aprender el oficio de zapatero con su padre. Desde 1864 a 1891 fue condenado nuevamente por diversos robos y falsificaciones por un total de 25 años de condena, siendo el periodo mas largo de 15.
El 12 de febrero de 1906 queda en libertad y va a vivir con su hermana en un pueblo cercano a Berlín y trabaja de zapatero. Sólo 6 meses ejerce el oficio ya que en agosto es expulsado de Berlín como indeseable solamente por el hecho de ser un ex preso. Oficialmente se marchó a Hamburgo aunque permaneció en la capital como un residente no registrado. Y aquí comienza la paradoja, Voight no podía conseguir trabajo por no tener pasaporte y en aquella Alemania de principios del diecinueve no se podía conseguir pasaporte sin tener trabajo. Era la pescadilla que se muerde la cola.
El 16 de Octubre de ese mismo año Voight estaba listo para su gran golpe. Compró un uniforme de capitán en el mercado de las pulgas, se lo puso y se dirigió al cuartel local del ejército. En el camino se cruzó con cuatro granaderos y un sargento y les ordenó que le acompañasen. Adoctrinados a obedecer a los oficiales lo siguieron sin poner objeción creyendo que en realidad se trataba de un auténtico capitán. Por el camino, al pasó por un campo de tiro, mandó a 6 soldados más que se sumaran a la comitiva, los cuales no sospecharon nada extraño pues se lo ordenaba un capitán al que acompañaban un sargento y cuatro granaderos. Así es como formó un ejército de once soldados que se dirigieron a la estación de ferrocarril. Allí tomaron un tren con destino a Kopenick, al este de Berlín.
Al llegar a Kopenick se dirigió al ayuntamiento con sus soldados y les mandó que cubrieran todas las salidas. Mandó, asimismo, comunicar a la policía local que se dirigieran a la oficina de correos y no permitieran las llamadas a Berlin durante una hora con la escusa de que se trataba de cuidar de la ley y el orden.
En el ayuntamiento estaban el tesorero y el alcalde. Alli mismo los detuvo acusándoles de supuestas sospechas de manipulación en la contabilidad en las obras del canal que se estaban realizando. Cuando el alcalde solicitó una orden judicial, el capitán señaló las bayonetas de sus soldados y dijo: “Esta es mi autoridad."
Les confiscó 3557 marcos y 45 céntimos entregándoles como resguardo un recibo que firmó falsificando la firma del ex director de la cárcel en que había estado encerrado durante 15 años. Luego se apoderó de dos coches y dijo a los granaderos que llevasen a los detenidos al cuartel general en Berlín para ser interrogados. He told the remaining guards to stand in their places for half an hour and then left for the train station. Al resto de guardias les ordenó permanecer de pie en sus lugares durante media hora.
En los días siguientes la prensa alemana especuló sobre lo que había sucedido realmente. Al tiempo, el ejército seguía su propia investigación. El público parecía estar a favor de la audacia de la culpable, un héroe que se había enfrentado a las rígidas normas prusianas.
Lo arrestaron diez días más tarde y lo sentenciaron a cuatro años de prisión por falsificación, por hacerse pasar por oficial y por encarcelamiento arbitrario. Sin embargo, gran parte de la opinión pública continuaba a su favor.
La noticia corrió por todo el mundo y hasta el Kaiser Guillermo II se divirtió con la historia y la manera en que ciegamente se acataban las órdenes de cualquier persona vestida de militar. Fue por eso que lo perdonó, cuatro meses más tarde.
En libertad Voigt decidió aprovecharse de su popularidad. Apareció en pequeños teatros en una obra que mostraba su hazaña y firmaba fotografías como el capitán de Köpenick. Llegó a publicar un libro, ¿Cómo me convertí en el capitán de Köpenick?
Una viuda rica le nombró heredero y dos años más tarde, compró una casa y se retiró. Al llegar la primera guerra mundial perdió todo su patrimonio.
Voigt murió en Luxemburgo en 1922, arruinado y con las mismas penalidades que había pasado cuando era un sinpapeles en Berlin veinte años antes.
(Emitido en "El abierto" de Radio Florida de Hospitalet)

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