domingo, 28 de noviembre de 2010

EL MONJE ASESINO

El 23 de Octubre de 1836 aparece una noticia en Gazette des Tribunaux de Paris remitida por el corresponsal en Barcelona sobre el juicio que se sigue en esa ciudad contra un ex monje de Poblet, librero en Barcelona, y acusado de matar a varios clientes y a un importante librero de la ciudad.
El hecho tiene una importante repercusión en Europa muestra de ello es que a los 10 días es reimpresa la misma información en el semanario “Le voleur” y la noticia vendida a un periódico de Leipzig para posteriormente publicada en el resto de Europa. Sobre la historia autores del renombre de Jules Junin y Gustavo Flaubert escriben sendas obras. Convirtiéndose la historia en uno de los pocos mitos góticos más importantes con que cuenta la ciudad de Barcelona.
Fray Vicente era bibiotecario en Poblet, apenas leía pero conocía de memoria las más antiguas colecciones, los lugares de impresión y su fecha. Era un apasionado más del envoltorio que del contenido. Sólo vivía por y para los libros, era su pasión, sentía un placer casi enfermizo el olor de sus hojas, el tacto de su encuadernación, las láminas que iluminaban los volúmenes. Y se pasaba horas y horas de deleite junto a ellos olvidándose de otros quehaceres.
Con la quema de conventos que se produce en Cataluña en 1835 el Monasterio de Poblet es incendiado. Fray Vicente antes de ver destruidos por las llamas sus adorados libros selecciona los más raros volúmenes y abandona el monasterio yendo a recalar a Barcelona donde abre una librería en la calle Arcos de los Encantes. Zona en la que están situadas las más importantes tiendas de la ciudad.
Su olfato por los libros raros y su conocimiento de las ediciones más antiguas le hacen conseguir un prestigio muy superior a sus competidores y se convierte en el librero con más ventas de la ciudad. Su olfato particular y el conocimiento adquirido en los muros del Monasterio de Poblet le hacen conseguir en las subastas libros de un valor incalculable al tratarse de ejemplares únicos que los demás competidores desconocen.
Esos hechos despiertan la envidia del resto de libreros y en especial de Agustin Patxot.
Patxot convence al gremio de libreros para confabularse contra el ex monje y propone pujar hasta el máximo en las subastas para quitarle todos los libros que puedan tener interés.
Poco a poco la librería de Fray Vicente va quedándose sin libros que atraigan a los clientes, sólo tiene acceso a la compra de lo que otros no quieren y las ventas bajan. En su librería sólo tienen algún valor los volúmenes que ha ido coleccionando durante años, libros únicos que el considera una reliquia.
Las deudas le ahogan y un día ante la insistencia de un cura que entra en su tienda y ante el altísimo precio que le ofrece le vende uno de esos incunables que con tanto amor ha guardado durante años. Durante la transacción ha puesto mil pretextos para no venderlo, ha manifestado que está mal conservado, que está rehecho a mano, que no será una buena compra. Pero de nada sirven sus alegaciones porque el cliente duplica el importe de compra y con dolor Fray Vicente acaba vendiéndoselo. Arrepentido minutos después parte con el dinero a fin de devolvérselo a cambio del libro. Lo alcanza en la calle Mayor, insiste en que anule la compra, le ruega que le devuelva el libro. Pero no consigue nada con sus súplicas y al llegar a un lugar desierto de las Atarazanas le clava un cuchillo que le hace brotar sangre por la boca, le da la extremaunción y lo remata con unas nuevas puñaladas. Cubre el cadáver con unas ramas y recuperando el libro regresa a su librería sin remordimiento feliz de haber recuperado un volumen de tanto valor.
Días después vuelve a vender otro libro y en esta ocasión el desafortunado comprador es un joven autor alemán al que después de múltiples golpes de puñal arroja al mar.
A estas dos muertes siguieron otras nueve más entre las que destacan el alcalde honorario de la primera sala de la audiencia real, así como a un alcalde mayor, un estudiante de Cervera y un alto cargo del ayuntamiento.
Su modo de captar a las victimas es diferente. Cuando a algún comprador le interesa un volumen de los que el considera raros, espera que el cliente este distraído mirando las hileras de libros para separar una serie de hojas sin dañar el libro. El comprador no se da cuenta de ese hecho pero no tarda en volver a devolvérselo cuando en su casa descubre la ausencia de varias hojas. Allí, haciendole pasar a la trastienda pidiendo disculpas Fray Vicente de la librería les da muerte, aunque bajo de estatura es recio y fuerte y no necesita a nadie más para ese fin. Al llegar la noche con el muerto a la espalda lo abandona fuera de las murallas de Barcelona.
Ese considerable incremento de crímenes en Barcelona levanta la alarma social. Las autoridades están perplejas, no se trata de ningún robo, todos llevan dinero y joyas que no les han sido robadas. Tampoco se hayan motivos políticos a esos crímenes, puesto que son de diferentes ideologías, no encontrandose ningun nexo que las una. Sólo hay una cosa en común todos ellos son unos apasionados del estudio, doctas personas que su único placer es el conocimiento. Pronto se sospecha que pueda tratarse de una especie de Tribunal Secreto o una nueva versión del Santo Oficio creado para castigar a enemigos de la iglesia por los desordenes del año anterior. Fray Vicente aparece en la lista que las autoridades poseen sobre personas propensas a pertenecer a ese tribunal al haber sido monje.
Un día salió a subasta un libro que se consideraba único “los Fueros de Valencia” la primera edición de 1482 impresa por el alemán Lambert Parmart. Fray Vicente lo desea, si lo consigue será el libro más importante de su colección.
Al comenzar la puja se nota la confabulación del resto de libreros contra Fray Vicente. Uno tras otro chafan las contraofertas del ex monje. El último pujador y quien acaba por llevarse el libro es Agustín Patxot, ese que enfrentó a los libreros contra Fray Vicente. Se comenta que Fray Vicente al perder la puja lloró como quien pierde un hijo y que maldijo al nuevo propietario con palabras similares a: bien poco durará ese libro en tu poder Patxot.
Esa misma noche aprovechando que es muy calurosa y Patxot ha dejado la ventana de su casa abierta Fray Vicente se introduce, se acerca a Patxot que duerme ajeno a lo que le espera y le rodea el cuello con una cuerda enjabonada extrangulándolo. Recorre la casa y hasta que no posee los Fueros de Valencia en sus manos no es feliz. Siente placer al acariciarlo. Acto seguido incendia la casa.
El corregidor encargado del caso no ve ningún indicio de violencia en el cadáver al estar incinerado. En un repaso a lo que no ha quedado quemado no se nota ausencia de nada significativo, el dinero encontrado en una mesa le confirma que no se ha tratado de un robo. Sus ultimas conclusiones son que el drama ha sido originado por que Patxot se quedó dormido en la cama con un cigarrillo encendido y éste había originado el incendio.
Una visita casual de un magistrado a la librería de Fray Vicente le hace encontrar el Fuero de Valencia en lo alto de una estantería. Reconoce el libro porque en su día se habló de la importante puja que se produjo a raíz de su posesión. Inmediatamente ordena la detención de Fray Vicente. Aunque al principio el ex monje niega su participación en el crimen al final termina confesando cuando hace prometer al magistrado que las obras coleccionadas durante tantos años y de tan importante valor no serán separadas que siempre tendrán un único propietario. El magistrado da su palabra y la confesión de sus crímenes le valen la condena de muerte por garrote vil.

BUFFALO BILL EN BARCELONA


El 18 de Diciembre de 1889 desembarcaba en el muelle de San Beltrán de Barcelona la compañía que formaba el espectáculo El salvaje oeste de Buffalo Bill.
En aquel muelle descendieron 200 personas entre pieles rojas, vaqueros y musicos, 150 caballos y 20 bufalos según reza la información del Diario de Barcelona
Su nombre autentico DE Buffalo Bill era William Frederick Cody y era el prototipo del vaquero del lejano oeste, que tanto impresionaba a la Europa de aquella época. Perteneció al Séptimo de Caballería, donde hizo carrera luchando primero junto a la Unión durante la guerra civil estadounidense y contra los indios después. Trabajó como trampero, como correo en el famoso pony Express, de encargado de caravanas, de conductor de diligencias, fue propietario de un hotel, y finalmente acabó en el mundo del espectáculo.
Buffalo Bill no llegó en aquel barco que desembarco en Barcelona, prefirió hacerlo en tren desde Paris donde había actuado junto a su circo y se hospeda en el Hotel Cuatro Naciones situado en La Ramblas, hotel en el que años antes ya se había alojado otro americano ilustre Ulises S. Grant.
El resto de la compañía así como los animales y la carpa no tuvieron un lugar tan confortable como el lujoso hotel, fueron colocados en una explanada situada en la calle Muntaner entre Corcega y la Avenida Diagonal.
Entre los componentes de su trouppe se encontraba el guerrero sioux Camisa Roja que ocupaba el puesto vacante de Toro Sentado al haber muerto unos meses antes. Tambíén contaba con Annie Oakley la excelente tiradora de carabina que había causado sensación en toda Europa.
La estancia de Búffalo Bill en Barcelona no estuvo exenta de calamidades. Las lluvias obligaron a suspender bastantes funciones. Un incendio destruyo una de las tiendas del campamento.
Al poco de llegar, gran parte del personal del espectáculo enferma, probablemente contagiados de gripe o cólera, y son muchos los que mueren, entre ellos, diez indios de Dakota, que continúan enterrados en Barcelona.
Poco después, el propio Buffalo acude a las autoridades catalanas pidiendo ayuda. El circo estaba instalado en el barrio de Gracia y, fuera casualidad o no, dos niñas de dicho barrio desaparecieron, lo que hizo que los vecinos enseguida desconfiaran de los salvajes indios a pesar de que ellos aseguraban ser inocentes. A partir de ese momento se hizo necesaria la presencia de la policía para evitar que los vecinos se atrevieran a linchar a alguno de los indios.
Al no conocer la moneda que circulaba por Barcelona la quinta parte de la recaudación se trataba de dinero falso.
Posiblemente por los nervios que vivió en Barcelona Buffalo Bill tuvo un inmenso dolor de muelas y le tuvo que ser arrancada una en el Hospital de San Pablo, muela que fue expuesta como una reliquia en dicho hospital y vista por todos los barceloneses que se acercaban allí. Esa muela fue robada y nunca más se ha vuelto a saber de ella El 22 de Enero de 1890 el circo de Buffalo Bill abandona Barcelona para dirigirse a Nápoles quizá con la sensación de que Barcelona es una ciudad maldita.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EL ARTE DEL ENGAÑO - CASSIE CHADWICK

En Cleveland una mujer timó a los bancos más importantes de Ohio, con la sola ayuda de una pluma y de la rumorología. Su nombre Elizabeth Bigley, más conocida por su nombre de casada: Cassie L. Chadwick. Esta es su historia.
Esta mujer ya contaba con algún que otro arresto por falsificación en su Ontario natal, pero no empezó a desarrollar su carrera profesional hasta que en 1882 abandona Ontario con destino a Cleveland. En esa ciudad se dedicó a labores de adivina, falsificadora o prostituta. Según consta en los archivos de la policía, en 1886 practicaba artes adivinatorias bajo el nombre de Madame Lydia DeVere; en 1889 recuperó su antigua cualidad de falsificadora con el apodo de Lydia Scott, actividad por la que tuvo que pasar cuatro años en la cárcel; y en 1893, utiliza el de Mrs. Hoover y monta en Cleveland una casa de citas.
Con esas actividades poco podía pensarse en que esta mujer llegaría a ser una de las mujeres más distinguidas de la alta sociedad de la época. En 1897 se casa con uno de los millonarios más respetables del Cleveland, el doctor Leroy Chadwick, al que ha conocido en el prostíbulo y al que llorando ha conquistado contándole que no sabía que el sitio ese en el que vivía era un burdel, que ella pensaba que era un respetable internado de señoritas y que por favor por favor la saque de allí.
Y así es como Cassie pasa a formar parte de la adinerada clase alta Cleveland. De esa forma tiene como vecinos a John D Rokefeller, Marcus Hanna y a todo millonario que se precie.
La Señora Chadwick comienza a gastar el dinero de su marido de forma incontrolada aunque socialmente no deja de ser considerada como la ex chica del burdel y si la invitan a las recepciones es únicamente por ser la esposa del doctor Chadwick.
Para mantener su estilo de vida todo dinero es poco y es entonces cuando lleva a cabo uno de los timos más legendarios de la historia: hacerse pasar por la hija del empresario Andrew Carnegie, uno de los hombres más ricos del mundo.
Un día, durante una visita a Nueva York, Cassie le pide a un abogado amigo de su marido que la lleve a casa de Andrew Carnegie. Este la acerca a la mansión y la espera en el coche. Cassie visita al multimillonario, lo único que hace es introducirse en el recibidor de la casa, cruzar unas cuatro palabras con el ama de llaves para alguna irrelevante cuestión y volver a salir.
Al regresar al vehículo, “por un descuido", se le cae un papel al suelo, que solicito lo recoge el abogado. El hombre se quedó estupefacto al comprobar que el papel es un pagaré por valor de dos millones de dólares, firmado por Andrew Carnegie. Cuando el abogado le exige una explicación, ésta le hace prometer que le guarde el secreto, la realidad es que ella es hija secreta e ilegítima del todopoderoso Carnegie, le confiesa. Ninguna de las dos cosas es cierta, ni es pariente de Carnegie ni la firma es auténtica. Por último la Señora Chadwick pidió al abogado que la acompañara a contratar para Cassie una caja de seguridad en la que pudiera guardar el págare y otras cosas de valor que anteriormente le había dado Andrew Carnegie
Tal y como ella había planeado, el abogado no permaneció callado y rápidamente corrió la voz de su presunta identidad por todos los bancos de Ohio, que empezaron a ofrecerle a Cassie sus servicios.
Durante los ocho años posteriores, Cassie estuvo pidiendo préstamos y falsificando la firma de Carnegie como avalista, hasta llegar a acumular una deuda de unos 15 millones de dólares con diversas entidades financieras. Los bancos suponían que el todopoderoso Carnegie se haría cargo de todas estas deudas, su firma garantizaba las operaciones.
El engaño se destapó en noviembre de 1904. Un banco de Boston, demandó a Cassie al ascender los préstamos a una suma de 5 millones de dólares. Entonces se descubrió la falsedad de las firmas.
Andrew Carnegie negó todo conocimiento del asunto, manifestó no tener ni idea de quien era esa mujer y que no había firmado ninguno de esos documentos. El doctor Chadwick se desentendió de todo y se retiró a Europa para no convertirse en el hazmerreir de todo el mundo. Por su parte Cassie huyó a Nueva York, donde la policía la detuvo en un hotel de baja categoría. En el momento de su captura llevaba encima un cinturón con cien mil dólares en efectivo.
El juicio se convirtió en un asunto de interés nacional, dado que toda América estaba ávida por contemplar a la mujer que había estafado a los banqueros más prestigiosos del país.
Cassie fue condenada a 14 años de prisión y una multa de 70.000 dólares por conspiración contra el gobierno, amparándose en que uno de los bancos timados, concretamente el Citizen's National Bank, era de titularidad federal y parte del gobierno estadounidense.
En 1906 entró en la cárcel de Columbus, en la que moriría un par de años después.
La Mansión Chadwick de Cleveland, se convirtió en una atracción turística para un público curioso que quería visitar el hogar de la más famosa estafadora de América.

EL ARTE DEL ENGAÑO - EL CAPITAN DE KOPENICK

En ocasiones el delincuente adquiere visos de héroe sin ser esa su intención, ese fue el caso de Wilhem Voight que pasó a la historia con el sobrenombre de El capitán de Kopenick. Hoy en día posee una estatua en la entrada del ayuntamiento que robó y su historia se enseña en las escuelas alemanas como ejemplo de valerosa resistencia a las injusticias del gobierno.
Voight nació en Tilsit, antigua Prusia Oriental. A los 14 años entra por primera vez en prisión y es expulsado de la escuela lo que le obliga a aprender el oficio de zapatero con su padre. Desde 1864 a 1891 fue condenado nuevamente por diversos robos y falsificaciones por un total de 25 años de condena, siendo el periodo mas largo de 15.
El 12 de febrero de 1906 queda en libertad y va a vivir con su hermana en un pueblo cercano a Berlín y trabaja de zapatero. Sólo 6 meses ejerce el oficio ya que en agosto es expulsado de Berlín como indeseable solamente por el hecho de ser un ex preso. Oficialmente se marchó a Hamburgo aunque permaneció en la capital como un residente no registrado. Y aquí comienza la paradoja, Voight no podía conseguir trabajo por no tener pasaporte y en aquella Alemania de principios del diecinueve no se podía conseguir pasaporte sin tener trabajo. Era la pescadilla que se muerde la cola.
El 16 de Octubre de ese mismo año Voight estaba listo para su gran golpe. Compró un uniforme de capitán en el mercado de las pulgas, se lo puso y se dirigió al cuartel local del ejército. En el camino se cruzó con cuatro granaderos y un sargento y les ordenó que le acompañasen. Adoctrinados a obedecer a los oficiales lo siguieron sin poner objeción creyendo que en realidad se trataba de un auténtico capitán. Por el camino, al pasó por un campo de tiro, mandó a 6 soldados más que se sumaran a la comitiva, los cuales no sospecharon nada extraño pues se lo ordenaba un capitán al que acompañaban un sargento y cuatro granaderos. Así es como formó un ejército de once soldados que se dirigieron a la estación de ferrocarril. Allí tomaron un tren con destino a Kopenick, al este de Berlín.
Al llegar a Kopenick se dirigió al ayuntamiento con sus soldados y les mandó que cubrieran todas las salidas. Mandó, asimismo, comunicar a la policía local que se dirigieran a la oficina de correos y no permitieran las llamadas a Berlin durante una hora con la escusa de que se trataba de cuidar de la ley y el orden.
En el ayuntamiento estaban el tesorero y el alcalde. Alli mismo los detuvo acusándoles de supuestas sospechas de manipulación en la contabilidad en las obras del canal que se estaban realizando. Cuando el alcalde solicitó una orden judicial, el capitán señaló las bayonetas de sus soldados y dijo: “Esta es mi autoridad."
Les confiscó 3557 marcos y 45 céntimos entregándoles como resguardo un recibo que firmó falsificando la firma del ex director de la cárcel en que había estado encerrado durante 15 años. Luego se apoderó de dos coches y dijo a los granaderos que llevasen a los detenidos al cuartel general en Berlín para ser interrogados. He told the remaining guards to stand in their places for half an hour and then left for the train station. Al resto de guardias les ordenó permanecer de pie en sus lugares durante media hora.
En los días siguientes la prensa alemana especuló sobre lo que había sucedido realmente. Al tiempo, el ejército seguía su propia investigación. El público parecía estar a favor de la audacia de la culpable, un héroe que se había enfrentado a las rígidas normas prusianas.
Lo arrestaron diez días más tarde y lo sentenciaron a cuatro años de prisión por falsificación, por hacerse pasar por oficial y por encarcelamiento arbitrario. Sin embargo, gran parte de la opinión pública continuaba a su favor.
La noticia corrió por todo el mundo y hasta el Kaiser Guillermo II se divirtió con la historia y la manera en que ciegamente se acataban las órdenes de cualquier persona vestida de militar. Fue por eso que lo perdonó, cuatro meses más tarde.
En libertad Voigt decidió aprovecharse de su popularidad. Apareció en pequeños teatros en una obra que mostraba su hazaña y firmaba fotografías como el capitán de Köpenick. Llegó a publicar un libro, ¿Cómo me convertí en el capitán de Köpenick?
Una viuda rica le nombró heredero y dos años más tarde, compró una casa y se retiró. Al llegar la primera guerra mundial perdió todo su patrimonio.
Voigt murió en Luxemburgo en 1922, arruinado y con las mismas penalidades que había pasado cuando era un sinpapeles en Berlin veinte años antes.
(Emitido en "El abierto" de Radio Florida de Hospitalet)

EL ARTE DEL ENGAÑO - BALDOMERA LARRA

Mariano José de Larra en sus artículos de costumbres diseccionó con fino bisturí la sociedad española de principios del XIX. Lástima que su acerada pluma no pudiera recoger en sus crónicas una historia de avaricia y engaños de la que fue protagonista su propia hija, Baldomera Larra Wetoret. Cuando Larra se suicida en 1837 aún quedan tres meses para que que nazca su hija.
De la infancia poco sabemos y de sus hermanos consta que Adela llegó a ser amante del rey Amadeo I de Saboya y su otro hermano, Luis Mariano, compuso libretos de zarzuelas entre los que resalta el de El barberillo de Lavapiés.
Baldomera Larra se casó con Carlos de Montemayor, que ejercía de médico de la Casa Real. Con la llegada de Alfonso XII al trono, el marido no quiso continuar en el cargo, y decidió marchar a las colonias, a Cuba. Doña Baldomera quedó sola y con cuatro hijos a los que mantener y para hacer frente a las penalidades que atraviesa un día se le ocurrió una idea.
Pidió prestada una onza de oro a una vecina prometiendo que en un mes se la devolvería duplicada. Llegado el plazo cumplió la promesa y a la vecina le faltó tiempo para contar a sus amistades el milagro que había realizado Doña Baldomera.
No tardaron en llegar vecinos atraídos por la ganancia de la onza de oro. Ella aceptó los dineros prometiendo un 30% mensual entregándoles a cambio un recibo a treinta días vista. La voz se extendió por todo Madrid y los agradecidos clientes la bautizaron con el apelativo de la madre de los pobres.
De esa manera nació “La Caja de Imposiciones” en la madrileña calle Gredas, hoy llamada de Los Madrazo. Allí montó una modesta oficina con una plantilla compuesta de un apoderado, tres empleados y un recadero.
El truco para el pago de tan elevados rendimientos residía en la sencilla operación de pagar los intereses con el dinero de los nuevos impositores siendo de esa forma la inventora de una estafa que continúa viva en nuestra época, la estafa de la pirámide.
Fue tal la avalancha de gente que no tuvo más remedio que mudarse a una oficina mayor en la calle de La Paja. Su fama traspasó fronteras, su negocio aparece como ejemplo en el Figaro de París y en L’Independance Belge de Bruselas.
Los motivos de la credibilidad se deben a una serie de motivos, en primer lugar su increíble gracia y don de gentes, sin duda heredados de su padre, y por otro lado en la suposición de que su marido estaba en Ultramar e invertía en minas de oro en Perú.
La quiebra le sobrevino en diciembre de 1876. El día cuatro, un modesto carbonero que tenía depositados sus ahorros en la Caja de Imposiciones fue a recoger sus intereses, recibiendo de los empleados una negativa.
El escándalo se organizó en las oficinas de la calle La Paja con tanta magnitud que tuvieron que intervenir las autoridades, personándose el Delegado de Orden Publico acompañado de varios guardias y del Juez de Instrucción del Distrito de la Latina.
El magistrado ordenó el inmediato registro de las dependencias de la Caja de Imposiciones donde fueron hallados 179 reales. En el posterior registro al domicilio de Baldomera Larra en la calle del Sordo 19 sólo encontraron 5000 reales a nombre de Josefa Wetoret, su madre.
A instancias de las autoridades se expidió orden de búsqueda y captura, puesto que Baldomera no aparecía por ningún lado. Se pensó que dos días antes, el 2 de Diciembre, había huido a America a reunirse con su marido.
Dos años después es descubierta en la localidad francesa de Auteuil bajo identidad falsa. Siendo detenida y deportada el 15 de Julio acabando en la cárcel de mujeres de Madrid. Allí permanecerá al iniciarse el juicio el 26 Mayo de 1879 y manifiesta la popularidad que gozaba al ser portada ese mismo día de los más prestigiosos diarios y protagonista de la canción “El gran camelo de Doña Baldomera” que circulaba por todos los rincones de la capital.
El fiscal solicita nueve años de prisión pero finalmente se la condena a seis años y un día por alzamiento de bienes y a abonar los créditos contra ella existentes.
Entonces ocurre un hecho sorprendente, los afectados de la estafa que antes la habían maldecido manifiestan que volverían a confiar el dinero a Doña Baldomera, que así seguían llamándola. Opinaban que la circunstancias la obligaron por la necesidad de dinero para pagar la enfermedad que padeció uno de sus hijos y corre el rumor que ha sido ella quien se ha entregado a las autoridades por voluntad propia. Mentiras que sirven para ablandar a la opinión pública.
La sentencia fue recurrida y el Tribunal Superior la absolvió en 1881. Los motivos de la conmutación de la pena no tienen desperdicio: Los hechos ejecutados por doña Baldomera Larra, admitiendo los préstamos que gran número de personas le confiaron, no constituyen delito porque careciendo de capacidad legal para contratar y obligarse en atención a ser casada, eran nulos y de ningún valor los convenios que celebrase.
De ese modo terminó la causa al considerar la no existencia de delito al no tener consideración legal de acreedores las personas que confiaron sus ahorros sabiendo que era mujer casada que no podía firmar documentos sin permiso del marido.
Baldomera Larra salió de la cárcel, abandonó España y murió en Cuba en 1916.
(Emitido en "El abierto de Radio Florida")

domingo, 17 de octubre de 2010

MEMORIA NEGRA DE HOSPITALET - POLVORA EN SANTA EULALIA

27 de Julio de 1881, cruce de Riera Blanca con la carretera de Santa Eulalia. Las dos de la madrugada para documentar la escena con mayor precisión. A esa hora, ese día y en ese lugar una partida de forajidos se dedica a asaltar a toda persona que comete la imprudencia de pasar por allí. Hasta ese momento la noche no ha sido lo que podría llamarse fructífera para los ladrones, sólo han conseguido robar 15 pesetas a una mujer y ocho a un joven; muy poco dinero para ser dividido entre seis. El carro que ven acercarse les hace concebir la esperanza de un buen botín.
El jefe de los bandoleros se adelanta con intención de amedrentar al conductor; pero se ha equivocado de víctima. Ramón Artiller, que por ese nombre responde el carretero, ha servido de corneta en el Regimiento de Infantería Ceuta 54 y como mas tarde lo describirá “La Vanguardia” era “hombre de pelo en pecho, audaz, listo y capaz de todo”.
Impertérrito escucha las amenazas del bandolero y, creyendo que el bandido se encuentra sin su cuadrilla, alcanza el revólver del pescante y lo descarga en el pecho del maleante. Los compañeros del delincuente, sin dar tiempo que Artiller reaccione se abalanzan sobre él, le infringen una puñalada en el costado y le hieren mortalmente con sus armas de fuego.
La detonación de los disparos llamó la atención de algunas personas de Hospitalet y rápidamente se toca a somaten. En el lugar del suceso sólo es descubierto el cadáver del carretero y al capitán de la partida de ladrones gravemente herido.
Se constituye el juzgado en el mismo lugar y se determina que el cadáver de Ramón Artiller quede en Hospitalet y el bandolero sea conducido al hospital de la Santa Cruz para intentar su curación, operación estéril porque a las pocas horas fallece.
Las autoridades designan al jefe del orden público de la zona, Señor Iriarte, para la captura de la partida de bandoleros. Sus investigaciones no tardan en surtir efecto y es detenido uno de los atracadores, Ramón Pellicer.
La captura de Pellicer pone a Iriarte sobre la pista del resto de la banda. Poco a poco los asesinos son detenidos. Sólo uno permanece en libertad, Juan López Adrián conocido por el alias de Che por ser natural de Valencia.
Durante seis días Iriarte y sus hombres siguen infructuosamente el rastro de López Adrián. Su detención no resulta tan fácil como la de sus compañeros de correrías. Escurridizo cambia cada noche de domicilio lo que complica su detención.
Por fin se descubre que la última noche la pasó en una casa de San Gervasio y que cada día a las ocho de la mañana visita a un pariente suyo que trabaja en las obras del Seminario Conciliar que bajo los auspicios del obispo José María Urquinaona se está construyendo en el Ensanche.
En las inmediaciones del Seminario se prepara una celada con el objetivo de dar caza al fugitivo. Siguiendo las instrucciones de Iriarte varios agentes se distribuyen por los alrededores disfrazados de obreros. A las ocho de la mañana, como estaba previsto, aparece López Adrián. Los agentes le dan el alto pero el criminal emprende la fuga y se refugia bajo el puente que cruzan los ferrocarriles de Sarria. Rodeado por las fuerzas del orden y sin posibilidad de escapatoria no tarda en entregarse.
De esa forma era detenido y puesto a disposición judicial el último de los responsables del trágico suceso ocurrido en la carretera de Santa Eulalia. Un episodio que hizo parecer Hospitalet un lugar del lejano oeste.
(Emitido en "El abierto a la ciudad" de Radio Florida de Hospitalet)

MEMORIA NEGRA DE HOSPITALET - EL ROSTRO PENETRABLE

Hoy nos toca desplazarnos a La Torrasa, para ser preciso a la calle del Doctor Martí i Julià, allá por el año 1963, fecha en que ocurrió el suceso que será tratado en éste capítulo. En ese tiempo la calle llevaba el nombre de General Sanjurjo.
En esa calle a la una y media de la madrugada del 30 de Enero se personaron en la farmacia sita en el número 63 varios efectivos de la Brigada de investigación criminal con la intención de esclarecer el robo perpetrado en aquel lugar.
Con un acusado nerviosismo el mancebo de botica les declaró que habían entrado en el local, hacía una hora escasa, un individuo acompañado de una señorita. A primera vista, ningún detalle resultaba sospechoso en la pareja a pesar de lo intempestivo de la hora. A continuación confirmó que le extendieron una receta y mientras comprobaba en el fichero si tenía dicho medicamento el desconocido intentó asestarle un golpe en la cabeza que por suerte no alcanzó su objetivo al apartarse oportunamente el dependiente.
Encorajinado por el fallo el atracador le conminó a que le entregase el dinero que guardaba en la caja registradora. Asustado y con temor a posibles represalias el dependiente le entregó las 1242 pesetas que contenía. La pareja salió a la calle con el botín y con toda la naturalidad pararon un taxi, subieron como un par de enamorados y se dieron a la fuga.
El empleado demostró una gran capacidad de observación al describir a los asaltantes, datos que fueron determinantes para la detención. El atracador aparentaba unos cuarenta años, su estatura mediana y remarcó un detalle peculiar que haría más fácil su detención; tenía un tic en la cara, un espasmo que le hacía guiñar continuamente uno de sus ojos. Respecto a la mujer fue igualmente preciso, dijo que era más joven y más alta que el acompañante, pelo negro, iba muy pintada y redondeó la descripción añadiendo que vestía un gorrito de lana y abrigo marrón.
En la búsqueda de pruebas por toda la farmacia los policías repararon que encima del mostrador los atracadores habían olvidado la receta que les había servido para solicitar el medicamento. En un examen más detenido se dieron cuenta que dicha receta llevaba estampillado un sello perteneciente a una farmacia de Sant Feliu de Llobregat.
La dueña de la farmacia de Sant Feliu residía en Barcelona y fue despertada antes de amanecer para que informase de cómo había podido aparecer esa factura en el término de Hospitalet.
Al ser notificada de que había sido utilizada en un atraco se detuvo a pensar y dijo que quizá podían haber sido unos pintores que habían trabajado en su farmacia los últimos días de diciembre. Fue determinante cuando añadió que recordaba que uno de ellos tenía un tic en la cara, añadiendo que eran unos tic que llegaban a ponerla nerviosa.
Con tales pruebas no resultó complicado a los miembros de la Brigada de Investigación Criminal localizar la vivienda de los obreros y no pasó mucho tiempo en ser detenido Rafael Abad del Arco, confirmándose que tenía un tic en la cara, un tic que empezaba a ser famoso.
En el registro domiciliario de Rafael Abad del Arco fue encontrada una rudimentaria porra fabricada con alambre de acero y forrada con tela, una auténtica obra de artesanía. Asimismo se le intervino el dinero robado a excepción del utilizado en pagar el taxi que llevó de regreso a los autores del robo a sus domicilios.
Rafael no resistió el interrogatorio de las autoridades y se confesó culpable. No tardó en delatar a su acompañante María Luisa Giménez Tello de 22 años la cual fue detenida en su domicilio del Paseo San Gervasio.
Convictos y confesos los detenidos pasaron a disposición del Juzgado de Hospitalet donde se instruyeron las diligencias oportunas.
El espacio entre delito y detención fue corto, el tiempo que dura la noche. Unos espasmos en la cara y una receta abandonada determinaron la resolución del robo. No sabemos si esta pareja continuó delinquiendo posteriormente pero algo nos hace pensar que si lo hicieron, a buen seguro, recurrirían a un pasamontañas o una media para ocultar el tic delator.
(Emitido en "El abierto a la ciudad" de Radio Florida y en "Estaciò Central" de TeleHospitalet)